sábado, febrero 24, 2018

17 días en la Grecia Peninsular. IV y final

Día 14
El amanecer en Delfos fue tan bello como el atardecer anterior. La vista desde la terraza del hotel, algo impresionante. El comedor estaba atestado de jóvenes armando bulla y peleándose por los dulces del bufete. Esta es una ciudad eminentemente turística y a las ocho de la mañana las calles eran un hervidero de gente. 







El sitio arqueológico de Delfos está en las afueras de la ciudad, asentado en la ladera de una colina ( de 8 a 15 horas, 12-6 euros la entrada ). Fuimos a primera hora de la mañana para evitar el calor que puede hacer más penosa la subida de las ruinas hasta coronar la ascensión en el estadio olímpico. La roca de la Sibila donde oficiaba el oráculo, la vía sacra con el teatro y el templo de Apolo, todo ello está lleno de lugares muy hermosos....y de turistas pues, a pesar de lo temprano de la hora había riadas de excursiones. 







Lo más hermoso es ver grupos de estudiantes muy jóvenes recorriendo el recinto tras sus profesores, unos atentos y otros con aire de desgana. Uno de ellos, al pasar, le dio una flor silvestre a Alfonso y este se la pasó a una chica del grupo de jóvenes que después supimos que eran holandeses. Seguimos recorriendo Delfos hasta llegar a lo alto donde está el estadio y desde donde se divisa todo el recinto a los pies en medio de un paisaje grandioso en el que la belleza sobrecogedora de las montañas de piedra gris bañadas por el sol de la mañana contrasta con el intenso verde de olivos y cipreses. 






Iniciamos la bajada y a esas horas aquello era ya un hervidero de gente. Nos acercamos al museo que es, junto con el de Olimpia, una joya tanto por el contenido como por la distribución de las salas. Al llegar a la última uno se queda embobado ante la serena belleza del Auriga. Y en ese momento llegaron los estudiantes holandeses y el chico que le había dado la flor a Alfonso le volvió a entregar otra con una sonrisa.
Iniciamos el viaje hacia el norte con idea de llegar a Kalambaka a la tarde. La carretera se aleja se mar y discurre entre curvas y más curvas una vez más atravesando las montañas hasta llegar finalmente a la llanura de la Sterea Ellada donde hicimos una parada cerca del desfiladero de las Termópilas. Allí, al lado de una carretera comarcal se eleva el monumento a Leónidas y los trescientos. Nada más lejos de la grandiosidad de la historia, un lugar polvoriento, basura por todas partes, botes de cerveza o de cola vacíos y una vendedora de fruta vegetando en un rincón.



Seguimos hacia el norte orientados por el navegador pero se lió el viaje. La carretera estaba en obras, nos metimos por una zona sin asfaltar entre camiones de obra que levantaban polvaredas pero el navegador insistía en marcar el camino.
Al cabo de un rato de dar vueltas por caminos rurales desembocamos en una autopista reluciente  y nos metimos de cabeza en ella. Pronto nos sorprendió que no circulaba ningún coche en ninguno de los dos lados, pero ya no quedaba más remedio que avanzar. Recorrimos kilómetros y kilómetros sin ver ningún coche en ambos lados de la autopista, hasta que apareció un vehículo por nuestro lado pero en sentido contrario. A esa altura del viaje ya estábamos como motos. Pero había que seguir. Pasamos a través de peajes cerrados, túneles iluminados hasta que apareció una salida a nuestra derecha...pero al final había unos bloques de cemento enormes que no nos dejaron pasar. Y seguimos ya con todos los congojos de corbata  hasta que, oh milagro, vimos que entraba un camión en la autopista a través de un camino de obra. Salimos por allí y el suspiro de alivio al vernos libres se puede imaginar.
Llegamos a un pueblo y nos metimos en una tienda para comprar un bocata, pero el chico no nos entendió ni nosotros nos supimos hacer entender, así que tuvimos que seguir. Me imagino al chico contando a sus amigos que tres locos entraron dando voces en el local y se fueron como vinieron.



En las afueras de Karditsa entramos en un hiper y compramos comida y bebida para calmar un poco tanta angustia. Llegamos a Trikala donde hay una hermosa mezquita y unos baños árabes pero no visitamos la antigua de la ciudad porque seguíamos como motos después de la experiencia de la autopista. A media tarde llegamos a Kalampaka donde habíamos reservado habitación para dos noches en " Toti rooms boutique "....mucho nombre para un alojamiento mediocre, el peor de las vacaciones. Al frente del negocio dos señoritas que parecían estrictas gobernantas inglesas, pero el lugar estaba muy limpio y el desayuno, bueno ( 105 euros que ya nos habían cobrado por adelantado ).
Buscamos un sitio para cenar y acertamos con el " Meteora " restaurant con unas verduras rebozadas y una carne excelente. Y a la cama para recuperar fuerzas y serenarnos un poco.



Día 15

Dedicamos la jornada a recorrer los monasterios de las Meteoras. Conviene asesorarse de los horarios pues, salvo el fin de semana que están todos abiertos, se turnan para cerrar a lo largo de la semana, pero hay información muy detallada en todas partes, así que es fácil organizarse. La entrada es de 3 euros a cada monasterios y aquí no hay descuentos por edad. 
Nosotros recorrimos cuatro de los cinco que están abiertos y en todos ellos el acceso es muy penoso, con subidas y bajadas pronunciadas, pero merece la pena, aunque da la sensación de que se han pasado en la restauración de alguno y más que convento parece un Exin castillo. Pero lo hermoso del paisaje es algo que compensa con creces la jornada.
Dedicamos toda la mañana a hacer las visitas y a mediodía nos bajamos a Kalambaka a comer un bocata y a reposar en uno de los cafés del centro.












Después fuimos a visitar la hermosísima iglesia bizantina de Kalampaka y de allí volvimos a las Meteoras para disfrutar de una hermosa puesta de sol.
Para cenar buscamos una taberna y acertamos plenamente con To Paramithis, un lugar apartado del turisteo con una cena muy sabrosa y sin mixtificaciones, un trió de músicos amenizando la velada que no paró de tocar ni de beber. Un día completo.

Dia 16 

Salimos temprano por una carretera de montaña en dirección a Metsovo. Si creíamos haber visto carreteras con curvas, nos faltaba esta para la colección, pero el entorno del paisaje que atravesábamos iluminado por la luz de la mañana, es de gran belleza. Pequeños pueblos de montaña, sin gente en las calles hasta que, por fin, aparece una autopista.
Pero lo que no aparece es Metsovo pues los accesos están cortados desde la autopista y no hubo modo de llegar. Así que seguimos atravesando unos túneles enormemente largos, pero dando gracias a los dioses pues así nos evitamos subir y bajar montañas. 









Llegamos a Ioanini a media mañana. El acceso es caótico pero merece la pena llegar al centro y aparcar cerca de la ciudad vieja ( hay muchos aparcamientos, 6 euros el día, sin fracción ).      
Es una ciudad rica, universitaria y se ven muchos jóvenes pijitos con ropa de marca y motazos, nos recordó a Tsalónica. Cafés de diseño frente al enorme lago Pamvotida. 
La parte antigua está frente al lago y la cerca una muralla bien conservada. En el interior del recinto hay dos mezquitas con varios museos que no visitamos,  situadas en un entorno privilegiado frente al lago. Las callejas recordaban a los pueblos turcos.  
Tomamos un barco para acercarnos a la isla Nisi situada en el centro del lago ( 2 euros trayecto ) . Un lugar eminentemente turístico, con un pequeño monasterio, una iglesia antigua y tiendas para turistas, pero aquí la mayoría de los visitantes son nacionales, con pocos foráneos como nosotros. Comimos maravillosamente en un restaurante situado en una plazoleta y, cosa curiosa, nuestro local estaba lleno de gente y el de enfrente apenas tenía nada ( para orientarse, viniendo del atracadero es el que está a la izquierda de la plaza ). En unos estanques carpas, ranas y una especie de gambones del lago daban vueltas como podían en tan menguado espacio, esperando a caer en nuestros platos. Y a los pies gatos y más gatos comiendo sobras. Volvimos a Ioanina y seguimos viaje hasta el sitio arqueológico de Dodoni con su enorme teatro y su oráculo...pero aquello estaba cerrado desde ni se sabe cuando. Así que seguimos hasta Parga para hacer noche. 






Reservamos habitación en el " Agnati ". El acceso es a través de una cuesta muy empinada pero merece con mucho el esfuerzo. Una enorme habitación bien decorada con una terraza frente al mar por 67 euros con desayuno incluido. El pueblo pesquero es muy hermoso, como un semicírculo que abrazase al mar con unos islotes frente a la costa en la que hay un par de templos blancos.  Parga está lleno de colorido con casas pintadas de alegres colores y las vistas desde el muelle son una maravilla, sentados frente al mar tomando una cervaza. Vimos atardecer, callejeamos por el pueblo y nos fuimos a cenar a " Dokos ", pero ahí la cagamos como Peterete pues aunque el personal es de una gran amabilidad, es penoso que la fritura de pescado y marisco sea congelada. A la cama.


Día 17

Pero si la cena fue penosa, en el Agnati nos sirvieron un desayuno maravilloso bajo el sol de la mañana y frente al mar  cubierto por bruma y los huevos fritos con tomate fresco supieron a gloria. 










E iniciamos nuestro penúltimo día en Grecia para irnos acercando a Atenas. A las afueras de Parga están los pantanos de Fanari y la vista desde lo alto es preciosa. Llegamos a Efysa para visitar el Nekromanteion , un lugar alucinante en el que en un recinto abovedado situado bajo tierra oficiaba el oráculo de los muertos  donde la gente se " colocaba " a base de bien. Impresiona el sitio y la sonoridad en su interior es excelente  ( 8-4 euros, abierto de 8 a 18 ). Hicimos una breve parada en Kassopi pero a estas alturas del viaje ya estamos un poco saturados de ruinas.
A las afueras de Nikópolis están los restos de un teatro semiderruido que no se puede visitar, pero hay un paseo que lo rodea. las obras están paralizadas me temo que desde la época de las guerras contra los persas. Cerca se encuentran las ruinas de la ciudad rodeadas de enormes murallas.





Hicimos un alto en Prevenza para tomar una cerveza frente al mar y recorrer un poco el pueblo, aunque no tiene más interés, aunque sus alrededores son muy hermosos. Aunque se puede seguir ruta por Arta y visitar el pueblo, optamos por el camino más rápido y atravesamos bajo el mar por el tunel de Atkio. Poco más allá está Vonitsa, un pueblo rural con un enorme castillo en lo alto y entramos en la autopista hasta Antirrío.





Antes de cruzar el golfo nos acercamos a la cercana Nakpatos, ciudad que tenía en la memoria de nuestro anterior viaje. 
En estos parajes sucedió la batalla de Lepanto donde la Cristiandad le dio para el pelo a los infieles turcos. En este pueblo eminentemente turístico en la actualidad encontramos un pequeño puerto con un fortín y una estatua de Miguel de Cervantes ( aquí perdió el brazo al parecer, aunque en la estatua lo representan con los dos ), una pequeña mezquita y un castillo enorme en lo alto del pueblo. El sitio es precioso y desde su playa se divisa a lo lejos el puente colgante.









Cruzamos el puente ( otros 13 euros ), pero hoy sin viento y seguimos por autopista hasta llegar al atardecer a Loutraki, en las afueras de Corinto. Es una ciudad turística con un enorme paseo marítimo lleno de hoteles y restaurantes. Nos alojamos en el " Excelsior " ( 65 euros con desayuno ), en una habitación cómoda desde la que disfrutamos de la puesta de sol. Este pueblo, como todos los sitios por donde pasamos en Grecia está llenos de locales de apuestas, los griegos parece que se jueguen hasta las pestañas y sel llaman " Onan "....querrá decir algo ?. Y otra cosa, la bandera griega está presente en todos sitios. 
Cenamos muy bien en " Gianni " a base de buen pescado y con raciones inmensas, un lugar donde creo que los únicos extranjeros eramos nosotros.













Día 18.

Madrugamos y vimos el amanecer desde la habitación. Tras el desayuno enfilamos la autopista hasta el aeropuerto ( unos 100 kms ) y devolvimos el coche a Europcar.  El vuelo de vuelta fue infame, como si los de Iberia le hubiesen pedido prestado el avión a Ryaniar. A media tarde ya en Barajas y de allí, a casa. A medio camino parada en el " Hotel Marino " cerca de Honrubia para tomar un bocadillo de tortilla descomunal , que nos supo a gloria. Se acabó el viaje...de momento 

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