domingo, febrero 18, 2018

17 días en la Grecia Peninsular. III

Día 10
Amanecer muy hermoso con  el mar al fondo en Monemvasia, pura postal  Bajamos a desayunar y al pie de la escalera nos esperaba sonriendo la dueña del hotel que nos atendió de nuevo como una madre solícita revoloteando todo el tiempo alrededor de la mesa ofreciendo comida. Al marcharnos nos quiso dar comida caliente para el camino y, como le dijimos que no era necesario, apareció con una botella de vino de la zona en la mano y su " paracalooooooooo " bailándole en la boca.
Tomamos por una carretera , primero pegada al mar y después a través de la montaña en una sucesión de curvas y más curvas, hasta llegar a la ciudad de Gytheio, la entrada a la península de Mani. Un hermoso paseo a lo largo del puerto con casas coloniales llenas de colorido. 





Esta ciudad es la puerta a la región de Mani y su paisaje con montañas majestuosas que bajan hasta el mar turquesa, lo agreste de la fue todo un descubrimiento y, a nivel personal, me enamoró. Areopolí es la capital de la región y esta consta de dos partes: el Mani Exterior situado a su note y el Mani Interior, la zona más bellamente agreste, al sur.







Situadas en un paraje junto al mar nada pensar que tanta belleza esconda otra mayor situada bajo tierra. Las cuevas de Diros Girous situadas en el cabo Tenaro, una de las entradas el inframundo de la Grecia clásica donde Caronte estaba a bordo de la barca que pasaba las almas de los muertos a cambio del óbolo. Menos mal que no nos encontramos con él. ( de 8 a 17 horas y 13-8 euros ). El recorrido se hace en pequeñas barcas a lo largo de un enorme lago subterráneo en el que vamos pasando ante una serie de espacios muy bellos con estalactitas y estalagmitas de formas caprichosas durante unos 30 minutos y después se continúa unos 10 minutos más a pie hasta la salida frente a un mar maravilloso. En Aeopoli habíamos contratado el apartamento en Koukori suites ( 108 euros dos noches sin desayuno ), amplio y moderno en el que solo fallaba el equipamiento de la cocina. Así que nos fuimos a comer al pueblo. Por la tarde hicimos un pequeño recorrido para ver el Mani Exterior.







La primera parada en Npu Oitylo un pueblecito pegado al mar como una lapa con una hermosa playa de guijarros y ni un alma en rededor, pura calma. Oytilo es un hermoso pueblo con casonas decimonónicas muy hermosas. Cerca está Stoupa con su bella bahía cuyo entorno y habitantes sirvió de inspiración a Kazantzakis, el autor de Zorba. Seguimos hasta Agios Nicolau que tiene un pequeño puerto pesquero en el que parece haberse detenido el tiempo. Cerca está Nomitsi con hermosas iglesias bizantinas abandonadas al borde de la carretera.








Terminamos en Kardamili, un pueblo sorprendentemente bello con un pequeño puerto con unas vistas espléndidas. En la parte interior del pueblo nos sorprenden las majestuosas torres de defensa desde las cuales un clan se enfrentaba a otro por el dominio de la zona, así como antigua acrópolis con dos tumbas micénicas y al final del trayecto la iglesia de Agios Spyridon cuya piedra bañada por la luz de la tarde adquiría hermosas tonalidades doradas.








El atardecer fue muy hermoso aunque la vuelta a Areopolis fue un tanto temerosa por la estrechez de la carretera y las curvas endiabladas que tiene. Cenamos en el centro del pueblo, un lugar maravilloso atendido por un par de camareras para las que me faltan los adjetivos. En Ouzomedopoleion comimos de cine auténtica comida casera griega llena de sabores y matices, coronada por un delicioso postre recién  preparado a base de hojaldre y crema pastelera que merecía un monumento. Y todo por 50 euros para tres personas. De allí, felices a dormir.






Día 11
Otro día tranquilo para recorrer con calma el Mani Interior hasta llegar al cabo Tainaro. Pronto nos salimos de la carretera principal para meternos por caminos de montañas poco más anchos que el coche, entre muretes de piedra y olivares, serpenteando en busca de los pueblos con ayuda del navegador para adentrarnos en la llamada " Costa sombría ", un paisaje duro y agreste, de una gran belleza, siempre bajo la protección de las enormes montañas que parecen querer bajar al mar cercano.
Hasta tal punto nos metimos por caminos agrestes que, en uno de los puntos nos encontramos con la osamenta de una vaca cubierta en parte por el pellejo reseco que ocupaba casi toda la calzada. Nuestra idea era buscar una serie de iglesias bizantinas en las que, por desgracia, nos tuvimos que contentar con ver su exterior.










La primera parada fue en Taxiarchón, cuya preciosa iglesia bizantina está adosada a un cementerio pueblerino. En Vamvaka está la iglesia de Agios Theodoros con un hermoso dintel arrancado de algún templo griego. Seguimos por Gardenitsa y Stravi con pequeñas iglesias bizantinas muy deterioradas pero de una enorme bellez no solo por ellas mismas, sino por su entorno. Seguimos por Mpoularioi con dos iglesias en lo alto del pueblo, una de ellas abandonada y que más parecía choza de pastores.





 En todos estos pueblos hay infinidad de enormes torres de defensa, muchas de ellas reconvertidas en casas de verano y desde las cuales un clan se enfrentaba a pedrada limpia con el de enfrente, pues está ha sido tierra de conflictos y aquí se inició el levantamiento para conseguir la independencia de Grecia.
En Vatheia, un pueblo colgado de la montaña, se llega al summun de torres, pues está el pueblo plagado de ellas. Callejear por sus calles estrechas, entrar en casas abandonadas y buscar rincones desde los que se ve el mar al fondo, merece una buena parada.







Seguimos hasta el cabo Tainaro pero la vista de una cala situada al fondo de un barranco nos hizo parar. Allí sentados con los pies casi metidos en el mar las sardinas asadas y los calamares nos supieron a gloria bendita.
Al atardecer volvimos a Areopoli para hacer un recorrido visitando sus tres iglesias y las calles empedradas franqueadas por hermosas casas de piedra. La cena en el mismo lugar de ayer, igual de sabrosa y de bien servida, fue el broche de oro al recorrido por esta zona maravillosa.






 Día 12
Empezamos la subida hacia el norte. La primera parada fue para ver el templo de Apolo de Bassas cerca de la ciudad de Anditsaina, lugar de turismo de invierno y a la que se llega por carreteras cada vez más escarpadas, serpenteando con curvas y más curvas que le ponen a uno los congojos de corbata, para atravesar las montañas.





El templo de Apolo destaca en un promontorio al lado de la carretera y lo primero que llama la atención es una enorme lona a modo de carpa de circo que cubre al edificio a la espera de la millonada necesaria para su consolidación y protección que no acaba de llegar. ( de 8 1 18 horas, 8-4 euros ). La bella planta de templo dórico impresiona por su grandeza y se puede visitar cómodamente. Los relieves de sus metopas se encuentran en mano de los piratas ingleses en el Museo Británico, como tantas otras cosas de estas tierras.
La mañana era muy luminosa, pero no conseguí sacar de la memoria la anterior visita a este lugar cuando, camino de Olimpia, nos lo encontramos en un lado de la carretera una tarde de niebla. Es un recuerdo fantasmagórico con las columnas emergiendo en medio de la niebla gris y las lonas que lo rodean azotando por efecto del viento que se colaba. Entonces la entrada era libre y no había nadie cuidando el lugar. Es de esas imágenes inolvidables que forman parte de la vida de cada uno.
La carretera sigue y sigue cada vez más retorcida, sube y baja hasta desembocar en la llanura ya cerca de Olimpia.
En el cruce mismo de las carreteras nos paramos a hacer un alto en un bar situado allí y pedimos por señas un bocadillo. Nos sirvieron el bocata de camioneros más bueno que recuerdo.
En Olimpia reservamos habitación en la Taverna Baccus, situado en los alrededores de la ciudad y fue un acierto. Una habitación triple amplia y cómoda por 67 euros con un buen desayuno incluido.













Iniciamos la visita por el Museo Arqueológico, un edificio amplio y moderno, con una muy buena instalación de sus excelentes fondos ( cierra a las 20 horas y las ruinas a las 16 horas. 12-6 euros en conjunto ) distribuidos en salas según las épocas a las que pertenecen. Destacan el Hermes de Praxiteles en un montaje muy teatral, o la maravillosa Nike de Peonio y la enorme sala central con los frontones y metopas del altar de Zeus ( estos no pudieron rapiñarlo los británicos ). Aunque para mi la pieza más bella es " Zeus raptando a Ganímedes ".












Después recorrimos el yacimiento arqueológico cercano con el calor ya declinando, haciendo paradas en el taller de Fidias, las ruinas del templo de Zeus y en especial el Estadio Olímpico del que solo queda uno de los accesos. Una vez más uno hace el pensamiento manido de imaginarse cuanta belleza encerraría la ciudad en todo su esplendor.
Cenamos, muy bien por cierto, en el restaurante del alojamiento con unas raciones muy sabrosas e imposibles de terminar. A la cama.


Día 13

Nuestro destino de la jornada es Delfos, pero con dos paradas importantes en el camino.







La primera fue para recorrer el castillo de Chlemoutsi. Situado en lo alto de la población, con el mar al frente, es una fortaleza de la época de las Cruzadas de una gran monumentalidad. Un doble anillo de murallas lo cercan y su interior está bastante bien conservado, pudiendo visitarse una serie de salas monumentales o subir a lo alto de las murallas para divisar ala mítica isla de Itaca entre la bruma.
Seguimos hasta Patrás para abandonar el Peloponeso lo que hicimos atravesando el espectacular puente que une Río con Antirrío, el mayor puente colgante del mundo hasta el momento actual, salvando así el golfo de Corinto en lugar de usar el transbordador. Una señalización caótica y un tráfico infernal hicieron costoso llegar al puente, pero  todo un espectáculo atravesarlo, sobre todo con el ventarrón que nos tocó ese día y que parecía hacer volar el coche con nosotros dentro ( un poco mas de 13 euros de peaje ).





Dejamos el Peloponeso para entrar en la Fócida. La carretera discurre por paisajes muy bellos, pegada a la costa por un lado y por el otro la vasta llanura que lleva a Delfos .
Hicimos una parada en un restaurante de carretera ( cuando aprenderemos a no tropezar con la misma piedra ) del cual lo único memorable es la vista que se extiende ante nosotros y que te permite ignorar la basura que te ponen en el plato y que pagas como si fuese ambrosía.
Después la carretera se aburre del mar y comienza a trepar montaña arriba hasta hacerse cada vez más enrevesada. Nuestro siguiente destino es el monasterio de Osios Loukas situado en u paraje muy agreste de montaña ( De 9 a 18 horas, 4-2 euros la entrada ).








Este monasterio bizantino contiene una iglesia de planta octogonal con unos maravilloso mosaicos y frescos del XII que merecen con creces el llegar a un lugar tan apartado para disfrutar de su contemplación. Las demás estancias del monasterio que se pueden visitar son muy interesantes, incluida la almazara donde hacían aceite los montes. Fuera del monasterio, en lo alto de la colina hay una pequeña capilla desde donde se divisa un paisaje que sobrecoge.






Llegamos a Delfos con el tiempo justo para disfrutar de la puesta de sol desde la terraza de nuestra habitación en el hotel Acropole ( 67 euros con desayuno para los tres ), una imagen que conservaba en la memoria desde mi anterior visita. Faltan palabras para describir la belleza de la puesta de sol sobre la llanura llena de olivos con el mar al fondo.
Y después de lo poético a lo material. Cenamos muy bien en " Taverna Dion " situada muy cerca del hotel. Delfos es una ciudad eminentemente turística con cuestas y más cuestas.



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